Memento
Memento, del latín «recordar». El sacerdote lo pronuncia poco antes de celebrar el rito de la misa en el interior de la sacristía, un espacio dentro de la iglesia utilizado no sólo para su preparación con vistas a la celebración de la misa, sino también un almacén para guardar los ornamentos litúrgicos, los objetos sagrados, las reliquias.
Ocho fragancias que revelan lugares y tesoros, inspiradas en otros tantos lugares famosos en el mundo por su experiencia de fe y devoción.
Ocho olores que describen antiguos cofres llenos de misterio y maravillas, que ofrecen respuestas y consuelo a quienes buscan la verdad en su camino.
Ocho oraciones susurradas, como momentos de meditación en los que el tiempo se detiene, haciéndote percibir una escultura dorada bañada en el infinito.
Ocho manos de bendición que hablan de caminos ocultos, de voces dormidas, de dolor humano, de conciencias conmovidas, de vientos y brisas perfumadas y dolorosas.
Memento es una habitación oculta, una palabra que se extiende como un eco a la idea de vivir el presente, de disfrutar plenamente de cada momento y de ser conscientes de la fugacidad del tiempo.
Memento es una invitación a no olvidar una confidencia, incluso cuando la persecución parece prevalecer sobre la belleza, memento, es un sonido que resuena en el silencio del alma, recuerda sonrisas, lágrimas, páginas del tiempo que susurran historias del pasado.
Memento, como una bendición que se insinúa en el corazón y en el alma, un tatuaje invisible que marca para siempre, consciente del valor y la importancia de nuestro camino.
Memento como llave de una cerradura silenciosa que abre los sueños de la imaginación y repara las heridas infligidas, memento como refugio en el bosque de nuestras certezas, en las lágrimas de la vida y en la verdadera conexión espiritual.
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